viernes, 3 de mayo de 2019

ANSÍO LOS ALPES III en la TAE. Escribe: Mariana Moreno


Mariana Moreno es actriz, performer y profesora de Historia del Arte de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP

                                    ANSÍO LOS ALPES III. La lectura y el paisaje

Fotografía: Melisa Lobos (curso TAE de Fotografía y Acción)


Quien vaya a ver Ansío III esperando algo de Ansío I o II se encontrará muy decepcionadx. El público de teatro independiente, en la ciudad de La Plata, suele ser el mismo siempre y suele ver todas la obras o al menos recibir los comentarios suficientes para sentir que vio todas las obras. Por eso, es probable que el público de Ansío III se encuentre hoy con las versiones anteriores encima y quizás con la expectativa de encontrar aquello que sabemos, funcionaba muy bien en esas obras. Bueno, eso no, todo lo contrario. Es otro espacio, muy diferente y siguiendo el proceso creativo de Victoria Hernández, eso implica un cambio radical. La directora versiona siempre el mismo texto del autor austríaco Händl Klaus y comienza a construir la obra a partir de lo que cada espacio le sugiere. Un texto complicado, denso, que reflexiona sobre la muerte en dos bloques de monólogos de un personaje femenino en principio, y uno masculino luego. Monólogos interiores, que describen una gran poesía visual de un paisaje lleno de muertos y muerte. No se establece contacto entre ellxs, ni en el texto, ni en la escena. Tampoco encontramos estos personajes definidos. El texto es leído en su totalidad, todo lo demás es contemplar la sucesión de dispositivos escénicos excelentemente realizados y experimentar una obra que ataca los prejuicios de los sentidos. En Ansío I el público estaba de pie y seguía el recorrido de lxs intérpretes por distintos espacios en diferentes niveles. En Ansío II, también de pie, el público se acomodaba como podía para ver la obra tratando de esquivar a lxs actores que prometían prender fuego todo, ensuciar, romper, destruir lo que encontraban a su paso. Ansío III es en una sala de teatro, de teatro oficial, aunque entre comillas, porque estamos hablando de la TAE. Es la sala Alejandro Urdapilleta, que se encuentra en la TAE, en el Teatro Argentino pero que tiene un equipo técnico artístico de trabajo estable con un gran nivel de profesionalismo y excelencia y también con una importante cuota de independencia que permite hacer de este espacio ese híbrido que no termina de reconocerse como teatro oficial, afortunadamente. Es el lugar perfecto para este tipo de producciones que se gestan de manera independiente y que pueden tomar aquello que un espacio más institucionalizado les puede ofrecer sin perder esa independencia que hace de la obra algo verdaderamente experimental. Entonces, la obra se ve sentaditx tranquilx y pensamos que eso se debe al formato teatro argentino, pero no. Lo contemporáneo o la fuerza de una obra no está en lo que se entiende por público activo o participante. Aquella incomodidad del cuerpo que debía recorrer un camino junto a lxs intérpretes en las versiones anteriores acá no está, pero eso no implica que haya perdido su fuerza. Creo que todo lo contrario. Hay una gran distancia entre espectáculo y espectadorxs pero no es una separación que haga del espectador un ser pasivx. La distancia física, real entre la escena y el público es mucha realmente. No es esa distancia de últimos asientos de teatro. Es una pequeña grada con no más de 60 espectadorxs y a varios metros de la escena. Desconcierta desde el principio. El cuerpo trata de acomodarse al absurdo de semejante separación. Ahí aparece la primera imagen de la obra, un gran paisaje compuesto de naturaleza artificial, natural, muebles, una actriz vinculándose de manera poco cotidiana con todos estos objetos y lo que refuerza el concepto de la propuesta que es un gran marco pintado con una decoración de naturaleza y bosque. La obra se presenta como un cuadro, allá lejos, en la que es necesario afinar la vista si queremos hacer foco en algún detalle, pero con la gran posibilidad de verlo todo, como un paisaje panorámico. Así se va a desarrollar este Ansío, construyendo su fuerza en lo visual y en el enorme despliegue de recursos escénicos en inmensa escala. La obra es un paisaje en movimiento. Las actrices, actores y equipo técnico componen una coreografía espacial de entrada y salida de objetos haciendo que veamos la importancia poética de cada elemento en la composición final. Una vez que se arma una imagen, perfectamente acompañada por la complejidad de sus planos, detalle, iluminación y sonido, con la misma tranquilidad se desarma. Ese es el tiempo de la imagen. Asistimos a una obra de teatro pero estamos viendo como se pinta un cuadro y avanzada la obra, a modo de confirmación, nos encontramos con una gran acuarela de los Alpes pintada en vivo. Este momento es realmente hermoso. Existe una calma y tranquilidad en el armado y desarmado de las imágenes. Una calma aparente porque lo que vemos y escuchamos desde el principio está corrido en estos cambios de escala y temporalidad que no son de la materia del teatro. La pasividad del espectadxr sentadx se trasforma en una necesidad de activar el pensamiento, porque contemplar una imagen es eso, asistir a aquello que vemos pero que nos mira devolviéndonos preguntas. El tiempo de la imagen no es lo habitual en el teatro que reclama estímulos de entretenimiento. ¿Cuál será el tiempo de la imagen, cuál el del teatro? Lo cierto es que en ningún momento uno se aburre y esto es importante. Sobre todo, porque en esa calma, la sorpresa de lo que revela la imagen al finalizarse luego de contemplar cada elemento entrando en la escena para completarlo, es realmente impactante. La iluminación compone poéticamente sombras en plenos de una pantalla gigante o con elementos que iluminan desde el interior de la escena creando una gran ilusión. El sonido juega en los mismos planos de la imagen. Haciendo foco, yendo de atrás hacia adelante, teniendo protagonismo o acompañando, pero siempre muy presente e indisociable de la totalidad. El sonido hace una experiencia corporal. Acá es donde entra en juego el texto, pareciera que sólo lo entendemos como un colchón sonoro. De principio a fin el texto es leído por la actriz Carolina Donnantuoni, que se encuentra sentada cerca del público. Es difícil seguir la lectura. Algo se comprende a fuerza de repetición de algunas palabras. Por momentos pareciera que el texto fuera un ruido para la imagen. Escuchamos algunas frases acentuadas, pero la concentración que se necesita para comprender lo que se está leyendo implica abandonar parte de la obra. Puede ser que esto revele que la elección del texto leído genere una competencia con la complejidad de la propuesta espacial. Quizás sea sólo un colchón sonoro del que rescatamos algunas palabras y que esto se vea reforzado con la aparición de fragmentos del texto en alemán. Se trata de un texto muy bello y que compone muchísimas imágenes y es ahí donde la obra hace foco. Ansío III pone el acento en construir ese imaginario, casi como si se intentara crear exactamente los Alpes que Olivia tanto ansía y lo logra.
Agregado en esta versión hay un subtítulo que es la clave de lectura de la obra: el paisaje y la lectura. Estas dos palabras tienen que funcionar para acercarnos a la propuesta. Vamos a ver un paisaje en una obra de teatro y quizás algunxs se sientan incómodos al no encontrarse con la intensidad de los cuerpos de las anteriores versiones. Presupuestos asignados al teatro que parecieran condenar la actuación en altas energías y riesgos corporales. Se puede actuar un paisaje. Las actrices y actores viven en este paisaje de manera muy particular. Soportan el peso de imagen y la existencia, soportan el armado del bosque, construyen los Alpes y nos regalan un género que debe ser contemplado. Quizás para un público de teatro esto no sea lo habitual y ahí la incomodidad que nos saca de la supuesta pasividad y nos obliga a preguntarnos. Contemplar un paisaje no es mirar tranquilamente aquello que nos reconforta. El paisaje de la naturaleza, de los bosques y montañas nos conduce en la experiencia de lo sublime, la gran escala de la naturaleza impacta porque nos vuelve pequeños en su paisaje. Nos recuerda que cualquier movimiento natural nos evapora la existencia. Es Ansío los Alpes con su ansiedad por la muerte, con su temor a la muerte y sus paisajes de bosques y montañas plagado de cadáveres. Esta obra es el paisaje en todas sus formas. La acción de dibujar en el espacio el paisaje y asistir a ese tiempo de creación en vivo nos cuenta una y otra vez que ese será el tiempo de la imagen y que, en ella como un espejo, se encontrará el público con sus preguntas.

Actúan: Leonardo Basanta, Claudia Billourou, Analía Carlé, Carolina Donnantuoni, Violeta Mendoza Dentone, Ana Mongan, Nahuel Ortiz, Valeria Piscicelli, Emiliano Rodríguez González y Germán Stasiuk.
Diseño y Operación de Sonido: Emiliano Alonso, Santiago Espele, Andrea Farina, Luciano Kulikov y Rocío Martínez
Diseño del espacio escénico: Victoria Hernández y Germán Stasiuk
Realización escenográfica: Ornela Fuentes, Ana Mongan, Lucas Martínez Molinari y Germán Stasiuk
Diseño de iluminación: Guadalupe Corroinca y Sebastián Scianca
Asesoría de vestuario: Sofía Camparo
Fotografía y material audiovisual: Luciana Demichelis.
Dirección: Victoria Hernández

HOY Y MAÑANA SÁBADO ÚLTIMAS FUNCIONES 20:30hs en la TAE/Teatro Argentino de La Plata. Calle 51 e/9 y 10, 1er. subsuelo

ENTRADAS: A los asistentes se les solicitará la adquisición de un bono, cuyo valor será de $ 200, en la boletería del Teatro (habilitada de martes a sábados, de 10 a 20 y los días de función hasta el horario de comienzo del espectáculo).
La capacidad de la Sala Alejandro Urdapilleta es de 50 personas.