Mariana Moreno es actriz, performer y profesora de Historia del Arte de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP
ANSÍO LOS ALPES III. La lectura y el paisaje
Fotografía: Melisa Lobos (curso TAE de Fotografía y Acción) |
Quien vaya a ver Ansío III
esperando algo de Ansío I o II se encontrará muy decepcionadx. El público de
teatro independiente, en la ciudad de La Plata, suele ser el mismo siempre y
suele ver todas la obras o al menos recibir los comentarios suficientes para
sentir que vio todas las obras. Por eso, es probable que el público de Ansío
III se encuentre hoy con las versiones anteriores encima y quizás con la
expectativa de encontrar aquello que sabemos, funcionaba muy bien en esas
obras. Bueno, eso no, todo lo contrario. Es otro espacio, muy diferente y
siguiendo el proceso creativo de Victoria Hernández, eso implica un cambio radical. La
directora versiona siempre el mismo texto del autor austríaco Händl Klaus y
comienza a construir la obra a partir de lo que cada espacio le sugiere. Un
texto complicado, denso, que reflexiona sobre la muerte en dos bloques de
monólogos de un personaje femenino en principio, y uno masculino luego.
Monólogos interiores, que describen una gran poesía visual de un paisaje lleno
de muertos y muerte. No se establece contacto entre ellxs, ni en el texto, ni
en la escena. Tampoco encontramos estos personajes definidos. El texto es leído
en su totalidad, todo lo demás es contemplar la sucesión de dispositivos
escénicos excelentemente realizados y experimentar una obra que ataca los
prejuicios de los sentidos. En Ansío I el público estaba de pie y seguía el
recorrido de lxs intérpretes por distintos espacios en diferentes niveles. En
Ansío II, también de pie, el público se acomodaba como podía para ver la obra
tratando de esquivar a lxs actores que prometían prender fuego todo, ensuciar,
romper, destruir lo que encontraban a su paso. Ansío III es en una sala de
teatro, de teatro oficial, aunque entre comillas, porque estamos hablando de la
TAE. Es la sala Alejandro Urdapilleta, que se encuentra en la TAE, en el Teatro Argentino
pero que tiene un equipo técnico artístico de trabajo estable con un gran nivel
de profesionalismo y excelencia y también con una importante cuota de
independencia que permite hacer de este espacio ese híbrido que no termina de
reconocerse como teatro oficial, afortunadamente. Es el lugar perfecto para
este tipo de producciones que se gestan de manera independiente y que pueden
tomar aquello que un espacio más institucionalizado les puede ofrecer sin perder
esa independencia que hace de la obra algo verdaderamente experimental.
Entonces, la obra se ve sentaditx tranquilx y pensamos que eso se debe al
formato teatro argentino, pero no. Lo contemporáneo o la fuerza de una obra no
está en lo que se entiende por público activo o participante. Aquella
incomodidad del cuerpo que debía recorrer un camino junto a lxs intérpretes en
las versiones anteriores acá no está, pero eso no implica que haya perdido su
fuerza. Creo que todo lo contrario. Hay una gran distancia entre espectáculo y
espectadorxs pero no es una separación que haga del espectador un ser pasivx.
La distancia física, real entre la escena y el público es mucha realmente. No
es esa distancia de últimos asientos de teatro. Es una pequeña grada con no más
de 60 espectadorxs y a varios metros de la escena. Desconcierta desde el
principio. El cuerpo trata de acomodarse al absurdo de semejante separación.
Ahí aparece la primera imagen de la obra, un gran paisaje compuesto de
naturaleza artificial, natural, muebles, una actriz vinculándose de manera poco
cotidiana con todos estos objetos y lo que refuerza el concepto de la propuesta
que es un gran marco pintado con una decoración de naturaleza y bosque. La obra
se presenta como un cuadro, allá lejos, en la que es necesario afinar la vista
si queremos hacer foco en algún detalle, pero con la gran posibilidad de verlo
todo, como un paisaje panorámico. Así se va a desarrollar este Ansío,
construyendo su fuerza en lo visual y en el enorme despliegue de recursos
escénicos en inmensa escala. La obra es un paisaje en movimiento. Las actrices,
actores y equipo técnico componen una coreografía espacial de entrada y salida
de objetos haciendo que veamos la importancia poética de cada elemento en la
composición final. Una vez que se arma una imagen, perfectamente acompañada por
la complejidad de sus planos, detalle, iluminación y sonido, con la misma
tranquilidad se desarma. Ese es el tiempo de la imagen. Asistimos a una obra de
teatro pero estamos viendo como se pinta un cuadro y avanzada la obra, a modo
de confirmación, nos encontramos con una gran acuarela de los Alpes pintada en
vivo. Este momento es realmente hermoso. Existe una calma y tranquilidad en el
armado y desarmado de las imágenes. Una calma aparente porque lo que vemos y escuchamos
desde el principio está corrido en estos cambios de escala y temporalidad que
no son de la materia del teatro. La pasividad del espectadxr sentadx se trasforma
en una necesidad de activar el pensamiento, porque contemplar una imagen es eso,
asistir a aquello que vemos pero que nos mira devolviéndonos preguntas. El
tiempo de la imagen no es lo habitual en el teatro que reclama estímulos de entretenimiento.
¿Cuál será el tiempo de la imagen, cuál el del teatro? Lo cierto es que en
ningún momento uno se aburre y esto es importante. Sobre todo, porque en esa
calma, la sorpresa de lo que revela la imagen al finalizarse luego de
contemplar cada elemento entrando en la escena para completarlo, es realmente
impactante. La iluminación compone poéticamente sombras en plenos de una
pantalla gigante o con elementos que iluminan desde el interior de la escena
creando una gran ilusión. El sonido juega en los mismos planos de la imagen. Haciendo
foco, yendo de atrás hacia adelante, teniendo protagonismo o acompañando, pero siempre
muy presente e indisociable de la totalidad. El sonido hace una experiencia
corporal. Acá es donde entra en juego el texto, pareciera que sólo lo entendemos
como un colchón sonoro. De principio a fin el texto es leído por la actriz
Carolina Donnantuoni, que se encuentra sentada cerca del público. Es difícil
seguir la lectura. Algo se comprende a fuerza de repetición de algunas
palabras. Por momentos pareciera que el texto fuera un ruido para la imagen.
Escuchamos algunas frases acentuadas, pero la concentración que se necesita
para comprender lo que se está leyendo implica abandonar parte de la obra.
Puede ser que esto revele que la elección del texto leído genere una
competencia con la complejidad de la propuesta espacial. Quizás sea sólo un
colchón sonoro del que rescatamos algunas palabras y que esto se vea reforzado
con la aparición de fragmentos del texto en alemán. Se trata de un texto muy
bello y que compone muchísimas imágenes y es ahí donde la obra hace foco. Ansío
III pone el acento en construir ese imaginario, casi como si se intentara crear
exactamente los Alpes que Olivia tanto ansía y lo logra.
Agregado en esta versión
hay un subtítulo que es la clave de lectura de la obra: el paisaje y la
lectura. Estas dos palabras tienen que funcionar para acercarnos a la
propuesta. Vamos a ver un paisaje en una obra de teatro y quizás algunxs se
sientan incómodos al no encontrarse con la intensidad de los cuerpos de las
anteriores versiones. Presupuestos asignados al teatro que parecieran condenar
la actuación en altas energías y riesgos corporales. Se puede actuar un
paisaje. Las actrices y actores viven en este paisaje de manera muy particular.
Soportan el peso de imagen y la existencia, soportan el armado del bosque,
construyen los Alpes y nos regalan un género que debe ser contemplado. Quizás
para un público de teatro esto no sea lo habitual y ahí la incomodidad que nos
saca de la supuesta pasividad y nos obliga a preguntarnos. Contemplar un
paisaje no es mirar tranquilamente aquello que nos reconforta. El paisaje de la
naturaleza, de los bosques y montañas nos conduce en la experiencia de lo
sublime, la gran escala de la naturaleza impacta porque nos vuelve pequeños en
su paisaje. Nos recuerda que cualquier movimiento natural nos evapora la
existencia. Es Ansío los Alpes con su ansiedad por la muerte, con su temor a la
muerte y sus paisajes de bosques y montañas plagado de cadáveres. Esta obra es
el paisaje en todas sus formas. La acción de dibujar en el espacio el paisaje y
asistir a ese tiempo de creación en vivo nos cuenta una y otra vez que ese será
el tiempo de la imagen y que, en ella como un espejo, se encontrará el público
con sus preguntas.
Actúan: Leonardo Basanta, Claudia Billourou, Analía Carlé, Carolina Donnantuoni, Violeta Mendoza Dentone, Ana Mongan, Nahuel Ortiz, Valeria Piscicelli, Emiliano Rodríguez González y Germán Stasiuk.
Diseño y Operación de Sonido: Emiliano Alonso, Santiago Espele, Andrea Farina, Luciano Kulikov y Rocío Martínez
Diseño del espacio escénico: Victoria Hernández y Germán Stasiuk
Realización escenográfica: Ornela Fuentes, Ana Mongan, Lucas Martínez Molinari y Germán Stasiuk
Diseño de iluminación: Guadalupe Corroinca y Sebastián Scianca
Asesoría de vestuario: Sofía Camparo
Fotografía y material audiovisual: Luciana Demichelis.
Diseño y Operación de Sonido: Emiliano Alonso, Santiago Espele, Andrea Farina, Luciano Kulikov y Rocío Martínez
Diseño del espacio escénico: Victoria Hernández y Germán Stasiuk
Realización escenográfica: Ornela Fuentes, Ana Mongan, Lucas Martínez Molinari y Germán Stasiuk
Diseño de iluminación: Guadalupe Corroinca y Sebastián Scianca
Asesoría de vestuario: Sofía Camparo
Fotografía y material audiovisual: Luciana Demichelis.
Dirección: Victoria Hernández
HOY Y MAÑANA SÁBADO ÚLTIMAS FUNCIONES 20:30hs en la TAE/Teatro Argentino de La Plata. Calle 51 e/9 y 10, 1er. subsuelo
ENTRADAS: A los asistentes se les solicitará la adquisición de un bono, cuyo valor será de $ 200, en la boletería del Teatro (habilitada de martes a sábados, de 10 a 20 y los días de función hasta el horario de comienzo del espectáculo).
La capacidad de la Sala Alejandro Urdapilleta es de 50 personas.
La capacidad de la Sala Alejandro Urdapilleta es de 50 personas.