jueves, 19 de noviembre de 2020

La escena y el síndrome Kardashian


             MARS. Schauspiel Frankfurt 2019. Marius von Mayenburg-Sébastian Dupouey-Almut Eppinger.
Foto: Jessica Schäfer










Nada. No pasa nada. Harta de ver siempre lo mismo en todas sus variantes posibles. Aparentemente terminamos con la acumulación de basura en el escenario sin la menor relación con el contenido de la obra, pero ahora ya aburre ver tantes actores que no necesitan más que un buzo con capucha y un par de jeans  para hacer lo habitual, representarse a sí mismes. Pareciera que componer personajes no va más, en principio no me opongo a nada, por ahí podría hasta llegar a ser extraordinario si el resultado fuese  mucho más que ese pathos cool estrictamente de moda. Si bien el fenómeno “parecer-semejar-pertenecer”  existe  en todo el mundo, difiere en intensidad acorde a cada cultura, aquí, en este país, estimulado por  medios y redes es  casi masivo, una costumbre  en la que  todo (corrientes, lectura, estética, personas, posiciones, gustos, etc.,etc.,etc.)  se regula por moda y nepotismo: la especulación sobre los seguidos y los seguidores,  los likes, los aplausos, la crítica y lo absolutamente peor es que en la bolsa entra además una supuesta creatividad en modo multitasking y la persecución de alguna fama sea cual fuere. Síndrome Kardashian. Prácticamente todes se sienten capaces de hacer todo. Se agotan en desplegar  “multitalentos”, pero no hacen más que dar vueltas por la superficie de las cosas y la pluriactividad les impide investigar nada que vaya más allá de aquello que necesitan en el momento. Las multitareas (ese multitasking) son un mito más: La ciencia afirma que nadie puede llevar a cabo varias actividades complejas al mismo tiempo porque el cerebro humano no tiene la capacidad de hacerlo. Se supone que el multitasking  tiene por objeto aumentar la eficiencia y la productividad, pero en realidad el trabajo simultáneo en varias tareas provoca una importante pérdida de concentración y de rendimiento. Lo mismo ocurre cuando la creatividad se dispersa en supuestos multitalentos, nada se hace realmente en profundidad y da paso a la imprecisión (entre otras cosas). Ideas chiquitas se inflan como genialidades y todes contentes. Humo. Hace  semanas vi un video en que a tres personajes les había crecido pelo por todas partes (al menos en la cara), y me impresionó ver un enorme trabajo a la vez enormemente impreciso. El pelo de estos tres personajes era inconfundible e inolvidable lana gruesa que con un evidente, minucioso y perfecto trabajo de realización (tanto cometido…), cubría unas cabezas grandes que permanentemente competían con el ritmo del texto  y la sonoridad del habla. Las figuras, independientemente de que se movían como si no las tuvieran puestas, iban y venían despiadadamente y sin escalas del peluche de Disney al lampazo, porque no funcionaban salvo en dos oportunidades por milésimas de segundo, pero nadie pareció tenerlo en cuenta. Lástima, porque la idea (que logré comprender pero no ver) daba para algo más. Las modas (no me refiero al diseño de moda) son antagónicas con la creatividad y con el arte porque uniforman, aplanan, igualan. Sumadas a nuestra naturaleza nepótica, obviamente garantizan la aceptación y les aplaudidores, pero no le aportan nada enriquecedor al artista y en definitiva constituyen poses que como tales, carecen de toda raíz y fundamento. La virtualidad de las emociones y el éxito son simples marcas con valor accionario. El talento y la capacidad son lo de menos, lo importante acá son los contactos y las afinidades visibles ya sean de género, religiosas o hasta de consumo de idéntica sustancia tóxica y así todo. Pertenecer. Afortunadamente la pandemia impide hoy algunos ritos sociales, como lo que ocurría con personas que recién te conocían e inmediatamente te acortaban el nombre o te ponían un apodo (obvio, no se trataba de vos) y te daban un abrazo como si fueras el siamés que les extirparon al nacer y no veían hacía décadas. Un show que poco tenía que ver con el afecto a les abrazades, sino más bien con la representación autorreferencial de les abrazadores y aquello que se espera. No hablemos de las agobiantes selfies en todas sus facetas. Acá estaríamos en la parte que debería escribir exclamaciones comunes tales como ¿estamos todes loques?, "no future", ¿qué pasa con nosotres?  o algo por el estilo o tal vez, echarle la culpa a la generación millenial, pero no; aunque podría decirse que son arrogantes respecto de sus saberes, habilidades y posición en el mundo, elles también están atrofiades. Simplemente hay que reconocer que mutamos para adaptarnos a nuestro entorno. Les millenials son más una continuación de una tendencia que una ruptura revolucionaria de las generaciones anteriores. Sólo se ajustan al mundo y al país. El acceso a las redes  nos ha aburguesado. De hecho, su comportamiento típico gracias a la pseudo democratización informativa y de "conocimientos" que  otorga el uso de las redes, sin importar su realidad social es tal cual como anteriormente se comportaban los jóvenes de clase media alta, el chetaje. Entre el discurso y el hecho hay una virtualidad abismal, pero ¿a quién le importa?. No, no son una “nueva especie”, mutaron tanto como nosotros. En nuestra profesión, el narcisismo es un elemento común y diría que natural, pero las redes sociales terminaron por exacerbarlo llevándolo a un plano  similar al vacío. Agravado por la pandemia, estamos interactuando casi todo el día a través de una pantalla. Podemos parecer tranquiles, pero estamos ansioses de los likes y de no perdernos nada. Revisamos permanentemente nuestros celulares y esta búsqueda constante del deseado golpe de dopamina reduce notoriamente la capacidad de desarrollar pensamiento crítico y por lo tanto y a consecuencia deteriora nuestra creatividad y ahí vamos, inflándonos como globos en fb, Instagram, Twitter, YouTube y todos los etcéteras y pese a toda creencia de independencia, siendo manada.. Tiempo al tiempo.  Por lógica estadística, en algún momento finalmente perfeccionaremos o dominaremios la mutación para crear obra. 

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